El falso profeta
|
I |
Cada año era como otra gota que
caía sobre mi cabeza. Eso dijo antes de entender las palabras del mentado
profeta. Proferidas como cintas de colores, como confeti que cae desde balcones
en carnaval.
Disfrazado con ropa heterogénea y
barata, como la de los millones de jóvenes a quienes pretendía llegar. El así
llamado profeta (no por su propia elección pero paladeando el término) se puso
una piel de oveja para acercarse y ser creído y querido por esos jóvenes
a la vera y posteriores a todas las religiones, a todos los ismos, que se
aglomeraban en los malles o sus cercanías.
Es que la urbe crecía y crecía pese
a la oscura resistencia en su entraña o periferia. Sin importar las
invocaciones a dioses, las autoinmolaciones que a veces asolaban los paseos
públicos, la megaciudad se tragaba otro poblado, acogía en sus barriadas a otra
horda de recién llegados que a poco andar ya no se distinguían del resto si no
fuera por un cierto acento, una reliquia familiar cuyo mismo origen se tornaba
borroso
La preparación de la cubierta del
profeta (falso) duró un tiempo tan largo como incalculable. En una dura
decisión para salvaguardar su ancestro que desaparecía, sus tradiciones moribundas, esa
tribu o secta que lo originara optó por abolir el execrable calendario para
volver a orientarse por el ciclo de las estaciones
Eso no les impedía la compra de
armas de todo calibre de preferencia portátiles y de fácil uso empero igualadas
o superadas por las de otras tribus que también las recibían—o ligeramente
diferentes. Los ex países se desglosaban en variadas regiones de bordes tenues
delimitados por los ires y venires que se sembraban de anécdotas sangrientas,
de ignotas flores rojas de batallas y escaramuzas
Los mercaderes de armas mantenían
el perfil más desdibujado posible en sus tratos con todos los poderes—políticos
y adquisitivos, desde imperios a jefes locales con acceso a recursos—en vastas
complicadas cadenas comerciales. Los sacerdotes y ancianos de las diversas
tribus y sectas urgían a sus vasallos a reproducirse para contar con nuevas
huestes para las guerras del futuro. O Acaso la misma guerra que seguía su
curso desigual al correr de las décadas
Pero eso no entraba en los cálculos
de la obsesión del falso profeta que como una flor roja de pétalos carnosos le
comía la vida mental desde la temprana adolescencia
II
Otra cosa sería si alguien me
viera a mí desde la vereda del frente. Otra cosa yo mismo cuando me salgo al
encuentro en escaparates, desde espejos, desde ventanas súbitas que reflejan sin
permiso
Una figura delgada de edad
indefinible. De más cerca un rostro magro, sin las gafas negras los ojos
oscuros, la frente medio saliente, las cejas ya blancas que se hirsutan un poco
y muestran el corte de unas tijeras baratas—ya no estamos para muchas
pretensiones
Tengo que mencionar ropa en tono oscuro
de preferencia el negro, más bien ajustadas, el paso más bien rápido
El falso profeta se caracteriza
en cambio por la ropa clara, de tonos pastel, más bien holgada, los músculos un
poco salientes como tanto joven esteróidico. Una cara abierta de rasgos un poco
acentuados, que se ofrece al mundo
Con paso rápido, como animal de
presa desatado en las calles, entra en cafés con su computadora o su tableta portátil,
con ojos predadores estima su efecto en las jóvenes que toman café y estudian y
se ostentan desde las mesas, los sillones. Su disfraz lo mimetiza en ese
círculo normal y a la moda. Breve es el examen que aprueba la marca de sus
zapatillas, el corte de su pelo, el logo de su polera. Esas mentes y ojos
nacientes lo aceptan como uno de ellos. El jubilado que lee el diario solo
levanta un segundo sus casi desdeñosos ojos azules y su mirada resbala
apenas con tedio sobre esa imagen que pasa, una de tantas
Al tiempo que las fotos tomadas
vía satélite sin que sepan los afectados, esas diminutas sombras que parecen
danzar enarbolando fusiles en la meseta gélida a muchos kilómetros del poblado
más cercano—alrededor de las cabezas cercenadas, los cuerpos con miembros
doblados en imposibles ángulos esparcidos sobre la tierra—ahora encienden un
fuego donde parece que asan a un enemigo capturado.
La resolución del video que
pasa casi directamente a las redes noticiosas más grandes, con más audiencia en
la hora de mayor sintonía, permite incluso ver el blanco del ojo y de los
dientes de las figuras ahora casi al alcance de la mano cuando la gente se toma
su café—el primero—mientras ve las noticias en la mañana
Simbólicos pájaros de todos los
colores del arcoíris, otros infrarrojos, ultravioletas o de gamas de colores
nunca vistas por humanos pero que por ejemplo sí perciben los insectos
Quieren ser desplegados sobre
páginas sobre todo electrónicas para desde allí sobrevolar los hechos capitales
o no que como una cinta sin fin se suceden uno tras otro no tan sólo desde los
medios y pantallas más oficiales sino por la red intangible pero tupida que
comunica entre ellos a quienes portan estos aparatos de funcionalidad múltiple
que ahora están al alcance de casi cualquier bolsillo
Desde el inconsciente de los
hombres (y las mujeres) a la postre y en definitiva y aunque se pretenda y
piense lo contrario
Se han levantado siempre
pájaros/aves que copian a sus homólogos y análogos concretamente alados que
surcan esa atmósfera, cercanos al cielo que es abierto y en el peor de los
casos vacío, pero carente de esas pulsiones de la carne que rodea al
inconsciente—genético, ancestral colectivo— lo que se quiera que dé más plata y
publicaciones
Entonces se dice en las
publicaciones revisadas por colegas (en inglés peers) que esos símbolos
quieren decir algo, apuntan hacia algo, refieren a algo—siempre respecto a la
vida concreta que se desarrolla afuera en esa carne ciega, en las calles y
plazas de las sociedades, bajo la forma humana
La adicción se cernía sobre el
profeta (falso entre los otros por su necesidad de disfrazarse) y sobre mis
propias entrañas, mi cabeza cuando elucubraba, mi cuerpo cuando me movía
inmerso en la rutina cotidiana—siempre igual a sí misma no importa dónde. Puedo
mencionar al alcohol, los cigarrillos en mi caso
En algún momento la cosa llegaba
un poco a mayores. Ni siquiera debo mencionar el sexo, resquicios de una temprana
educación cristiana lo prohíben
Ni tampoco los sueños y ensueños
a que solía entregarme y que no tematiza casi ninguna literatura
Me pregunto quizás un poco retóricamente
sobre los sueños y ensueños a que se entregaba (y se entrega) el falso profeta
III
Invernando en el confinamiento
artificial pero bastante vivible que el Hemisferio Norte Desarrollado
proporciona a gran parte de sus habitantes durante los días gélidos de los
extremos inviernos aún no conjurados por el Progreso, la Tecnología, la doma y
usufructo de la Naturaleza por los que bregaban, rezaban y sudaban los
cristianos protestantes de todos los pelajes y más aún aquellos provenientes de
sectas, profetas, escisiones, cenáculos y confraternidades de origen calvinista
que veían en todo signo del éxito personal (material y monetario) una huella
del dedo benévolo de la Divinidad. Todo como una bandada de pájaros ambiguos el
eco de cuyo graznido percibimos a la distancia. Pero a lo que iba, el falso
profeta estaba biding his time como se dice por aquí—inadvertidamente
estoy señalando cosas que lamentaré más tarde, que mis persecutores
sabrán aprovechar, por ejemplo esta confesión involuntaria de mi ajenidad y
arribo tardío a ciertos parajes
Haciendo tiempo como decimos
nosotros en el Otro Hemisferio, preparando sus armas psicológicas, su discurso
engañador, asimilando más aún a este medio su aspecto común y corriente de
joven de apariencia imprecisa pero agradable y franca, con el que uno se podría
topar sentado en un bus o en el metro, trabajando en un MacDonald’s o un Harvey’s
o en la sucursal de su barrio del banco cuando va a pagar una cuenta.
Bastándole y sobrándole para los menesteres del Diario Vivir los fondos a que
nos referíamos antes, recolectados en variadas partes del mundo por manos maldecidas
y abundantes en parajes sumamente reluctantes a toda imaginación occidental,
incluso la nuestra que por otro lado no carece de límites ni mucho menos y que
pese a lo que pudiera parecer nos hace guiños traicioneros revelándonos como
invento, quimera, delirio o falsa memoria esos contenidos tan anecdóticos como
vastos en los que basábamos nuestra próxima movida
Que se derrumba entonces como
castillo de naipes o las piezas de ajedrez que vuelan por los aires junto con
el tablero gracias al palmotazo irritado y súbito del mal perdedor
Pájaros oscuros y salvajes eran
los que se agolpaban frente a su ventana o parecían anidar en los recovecos de
concreto y hielo que proporcionaba el alero del techo—porque el Falso
Profeta también tiene a su haber un cierto comando o alianza o pertenencia con
una parte de ese todo (o a lo mejor nos parece) de la naturaleza que según las
visiones maniqueas desde los Neandertal a estos días tendría dos caras, pero de
la misma moneda, entonces él sería el sello y yo y nosotros la cara, o el revés
y el derecho, concepción que obviamente no podemos aceptar
IV
Pero el Falso Profeta y su incansable
incalculable enemigo—así calificado porque él mismo quería creer que su persona
social, cultural y ética encarnaba por así decir la inmensa mayoría de las
personas individuales que conformaban las muchedumbres humanas encaminadas
hacia su supervivencia bajo condiciones todavía humanas y en un pacto de
equilibrio con la naturaleza y el resto del universo
No se lo puede culpar y yo menos que
nadie, ya que en el fondo más o menos aislado en su tarea, bastante imprecisa
por lo demás y que vagamente se enmarcaba—quería creer—en una concepción a la
postre maniquea del bien que lucha con el mal—creo que ya he hablado de
esto—común a todos los mitos y religiones, las interpretaciones históricas,
incluso las más materialistas y científicas
Y es que el Falso Profeta posiblemente
se hacía las mismas ilusiones—desde su lado de la cancha—como centro delantero
y arquero de su equipo también esperaba que se pudieran meter más goles. Para
él también las camisetas de sus jugadores eran blancas o del color que sea que
en su cultura simboliza la pureza y las de los otros negras o desprovistas de
color, forma o características
reconocibles, en otras palabras la Nada, pero eso sería más bien fruto de una
mente que se formó en un medio bastante sofisticado, digamos en un país de la
Europa Occidental o en la universidad de alguna urbe latinoamericana,
preferentemente del Cono Sur
V
Dime cuenta entonces que
estaba desbrujuleado, que por seguir de la mejor manera posible mis impulsos,
llevando por esa noción en la que esa cosa de la vitalidad, de los instintos,
de obedecer a eso que se llama el inconsciente que nos penaba antes cuando la
razón era ama y señora me lancé a escribir y a vivir en consonancia, una cierta
cosa, en realidad no existía la vanguardia, no había existido nunca, se trataba
de poder captar lo que estaba latiendo en los tropismos de todo un género, una
especie, que ahora parecía que por fin se estaba encaminando a su extinción. Es
que con un poqueque de masoquismo caído, con un ojo siempre puesto en la fuente
de los morlacos, las menciones en artículos, las críticas donde convenía , pero
al mismo tiempo haciendo sus numeritos, tomando, botándose a la bohemia para
hacerse atractivos, los poetas estaban con el ojo al charqui para ver que
podían sacar de todo esto
A eso no me ayudaba mi
capacidad de meterme en toda clase de líos, ya sea de mujeres—debo reconocer
que soy positivamente hetero—políticos, incluso cargando fierros cuando se
suponía que había que cargarlos—y salir más o menos indemne hasta la otra vuelta,
mientras mis coetáneos con menos dotes genéticas y un poco más lentos de
sesera, o más vivarachos terminaban ya sea en la tumba o en las academias, con
un buen pasar y con los galardones de las pasadas aventurillas para engalanar
sus currículum
Llegado a la edad en que ya
se avizora la mina definitiva, la muerte que se sigue representando a la
femenina, con vestido largo y negro, delgadita decidí que había que buscar la
madre del cordero, total los otros ya se estaban jubilando de las pegas y ya no
podían tirar como antes, tomar como antes, incluso comer como antes se
convertían en otros viejos como los otros más dejados de la mano de dios, con
las mismas limitaciones y trataban de que les reconocieran el bolichito que se
habían armado,los despelotes en que se habían metido, para ver si se les
concedía un lugarcito en los libros de historia.
Algunos rememoraban con
ternura, con lágrimas en los ojos, las andanzas juveniles y parecían querer
decir que eran los mismos de antes, de los años bravos, pero no nos convencían
y no se convencían ellos tampoco, pero nosotros, por nuestra parte y a medida
de nuestras limitaciones, estábamos en las mismas
VI
El horror que se despliega se expresa
con una sintaxis de crucifixiones decapitaciones. Se llena de tierra lentamente
la boca de los enterrados vivos. Todo un hemisferio se apresta a decorar su
versión de la economía de mercado con las babas sangrientas de una boa que a lo
mejor se agazapa en lo que se llamaba inconsciente colectivo. La mueca
sardónica del dios de turno bebe torrentes de sangre mientras sus sacerdotes
recitan los mantras sagrados ebrios de la exaltación del aniquilamiento. Esas
eran las parareflexiones que me agitaban la mente cuando minuciosamente y al
nivel de mis escasas posibilidades reconstruía los pasos del falso profeta. Los
sueños inconfesados de millones de personas normales se alimentaban en las
fogatas humanas. El sangramiento de una mujer cuya sangre era recogida en un
balde. Las ejecuciones colectivas de los narcos se aliaban con las inmolaciones
rituales bajo el palio de la conciencia del espectador semiadormecido con la
vista fija en su tableta.
VII
Así como otros obsesionados barajaban
esas y otras imágenes similares como un juego de naipes que implicara su
perdición irremediable ante la imposibilidad de aliviar ningún detalle,
aminorar ningún exceso—o practicaban la negación de la realidad factual de
estos elementos que se atribuían entonces a las maquinaciones enemigas que
cuentan con la prensa y los medios y proceden a la composición y de fotos y
videos alteración de medios visuales
VIII
Faltándome el financiamiento
rastreable y el oculto del falso profeta, abandonado por ex partidarios en su
mayor parte por problemas de vejez, enfermedad o falta de interés, me dejaba
caer a eso de las doce a un mall nuevo que hicieron hace poco donde comía
muestras de pan, chips, galletas, y cubitos de frutas como piña y sandía,
incluso torrejas de diversos tipos de salchicha o chorizo o minialbóndiga (meat
balls). A unas doce cuadras hay un supermercado donde pude degustar espárragos
envueltos en tocino, un par de camarones en una salsa, un guiso de salmón. Pero
eso está vedado para el tipo o la mujer de la calle de corriente principal
(mainstream), con sus prendan que no armonizan, su mirada extraviada—muchos de
ellos enfermos mentales lanzados a las calles para que el sistema ahorre en
internación y tratamiento. Con (casi) remordimiento me dirijo a un café para
pensar o anotar los próximos pasos a seguir en esta impenitente cruzada, nombre
que adopto del lenguaje común dejando afuera las connotaciones religiosas
Los pájaros se levantan
desde el cauce de ríos medio congelados que atraviesan esta conglomeración
urbana, no por designio arquitectónico sino por la testarudez de la niña esta,
la natura y esbozan sus círculos que para un espectador son casuales, pero que
encierran en esas máquinas aparentemente endebles—sino cómo se pueden remontar
así, como si tal cosa—pero diseñadas con una obsesiva minuciosidad. Eso si uno
fuera de ese lote que cree que algún dios allá arriba diseño y armó todo este
asunto. Pero no es el caso nuestro
Nuestros antepasados
prevascos cuyo reconocimiento como el pueblo originario de Europa causaría
dolores de cabeza a investigadores, centros universitarios, think tanks en la
Comunidad Europea, Norteamérica, etc. llamaban a esa niña a que nos referíamos
Mari, en un pobre ejemplo de adoptar un nombre de la lengua de los
conquistadores godos, para ver si los dejaban tranquilos. Pero no somos
antropólogos ni etnólogos ni estamos adscritos a una universidad. Dios (que no
existe) nos libre
Pero sin que lo supiera el falso
profeta, formado y perfeccionado en planteles educaciones de lo más granado y
caro del occidente—aquí ya no sabemos si se está hablando de la misma persona.
Muchas incidencias que incluso se oponen, para una vida tan corta—
Un enjambre tan nebuloso como vasto,
abejas parece, entontecidas se lanzan contra los cristales de los edificios
nuevos de cristal parece, porque reflejan o más bien son parte
Del cielo que se encapota súbito, como
parece que siempre sucede en estas latitudes que todavía nos son extrañas
Que se encabritan como yeguas en
celo—incólumes y persistentes—la marca de la (así llamada) civilización no
podrá nunca amansarlas
Aunque borre y tape los paisajes—así las
abejas se lanzan ciegas y embadurnan los cristales al reventar contra ellos—su
brújula instintiva indicando flores que ya no existen
Así, sin que lo supiera, lanzado como
otra abeja u otro animal pese a la cuidada musculatura que se arquea en la
polera con un logo reconocible y reconocido, arquea las addidas el fuerte
empeine, los muslos, pantorrillas y glúteos bajo los pantalones fit con cada
paso elástico
Entrando saliendo del mal del café
mientras guarda su tableta y atrae las miradas de las niñas, de las señoras
jóvenes
Pero se pueden entregar algunas
precisiones:
1) Entre los malls que hay en la ciudad el mejor para gente como
uno es el de Billings Bridge, en cuya cafetería se pueden ver viejos eslavos
jugando a las cartas y al ajedrez, a somalíes hablando y gesticulando, que a
veces asustan al paseante casual que no sabe que no están peleando sino que es
su estilo de hablar
Ellos a medias han llegado a creer lo
que dicen las teorías conspirativas que proclaman gran parte de la edípica
izquierda anglosajona: una conspiración de estadistas, magnates y empresarios
que se dividen el mundo—que inventan guerras y ocupaciones—financian y entrenan
movimientos y grupos. Desconfiados escudriñan las expresiones de los otros
asistentes. Al menos eso es lo que quisiéramos creer. Por doctrina sin embargo
sabemos que esta imagen oculta una pavorosa dialéctica sin sujeto
X
Los humores recorrían las venas y
arterias, impregnaban los tejidos de este protagonista, incluso su cerebro
mismo. Su piel respondía a las variaciones de la humedad ambiente y llevaba ese
mensaje a las terminaciones nerviosas ellas mismas viscosas hasta el instante y
lugar mismo de la sinapsis con otras como ellas, donde por un instante florecía
la energía eléctrica, pura y seca, luminosa, antes de perderse otra vez en ese
miasma acuoso que identificaba ese ser con la otra infinidad de la vida a la
postre marítima. Un científico premunido de todos los adelantos y avances de la
ciencia en un laboratorio intocado por las múltiples guerras debido a su
auspicio por un consorcio de las mismas corporaciones que financiaban el
armamento de las facciones en luchan y que a través de intermediarios les
vendían productos de diversa sofisticación y poder de fuego infirió que ese
momento electrónico era el que señalaba el nacimiento del espíritu
En otro extremo del planeta el artista
urbano no concilia el sueño pese a dos masturbaciones, la lectura de viejos
comics, dos cigarrillos y unas uvas, ¿es acaso el despeñadero de la historia
contemporánea que en las pantallas, la chica y la grande, se desbarranca en
multitudes sin fin de fanáticos que enceguecidos por la religión de
desmiembran, crucifican y decapitan
entre sí, avizorando allá en lo alto multitudes de vírgenes, ríos de miel y
leche? ¿O simplemente que decide que el único libro que lo puede entretener o
divertir es ése que tendrá que escribir él mismo, pero que nunca podrá
publicar?
Comments
Post a Comment